"CUÉNTAME UN CUENTO" por José Seramargo
José Seramargo escreveu o seu primeiro conto, em espanhol, e o vistalegre congratula-se com a sua publicação inédita.
Papá, cuéntame un cuento.
- Estoy cansado, María. Duerme.
- Cuéntame un cuento, Papá.
- No tengo ideas…
- Papa…
- Está bien. Voy a contarte la historia de una niña que no quería dormir y de su padre que tenía mucho sueño.
- ¡No, esa no que ya la conozco! Quiero que me cuentes una historia de un hombre como tú.
-¿Cómo yo? ¿Y por qué?
- Porque quiero saber en que piensas cuando estás mucho tiempo callado.
Daniel se quedó mudo un minuto o dos, mirando a su hija que continuaba hablando.
- Sí, Papá, podías contarme la historia del hombre que le gustaba mucho jugar al ajedrez.
- ¿Y que más?
- El hombre podría llamarse Rafael.
- ¿Y como sería él?
- Alto, de pelo rubio, ni corto ni largo, ojos azules.
- ¿Y la ropa?
- Ropa informal. Unos vaqueros de marca y una camiseta negra.
- ¿Por qué una camiseta negra?
- Por muchas razones. Primero por su personalidad sombría. Te doy un ejemplo… Cuando Rafael juega al ajedrez contra el ordenador siempre escoge las negras, porque siente que el color negro transmite la idea de que él no tiene mucha suerte.
- Comprendo, María. Podemos decir que Rafael vive su vida como si fuera un juego de ajedrez, y al jugar con las negras está siempre en desventaja.
- Sí, es eso, Papá. Y Rafael vive pensando que su vida es un juego de ajedrez.
- No sé si te comprendo…
- ¡Es fácil! Te voy a explicar… Cuando Rafael era niño tuvo un amigo que se llamaba David. David era muy divertido y extrovertido. Y con él Rafael aprendió a reír y a jugar al balón. Los años pasaron y los dos siguieron siendo amigos, hasta que Rafael le contó que le gustaba Inés, la chica de falda larga y pelo rizado. David le respondió, riendo, que no, que esa era una dama que pertenecía a otro rey, y además Rafael no sabía el suficiente ajedrez para conquistar aquella dama ni para destruir al rey.
Daniel estaba sorprendido con la historia de su hija. María tenía ocho años, pero parecía mayor.
- ¿En que piensas, Papá?
- Nada. Continúa.
Daniel pensaba en su propia historia. Él se sentía Rafael, el rey, enganchado al trabajo de contabilidad, como si quisiera olvidar que su mujer – su dama – había partido hacía tres años y que a pesar de eso él intentaba ganar el juego con las piezas que le restaban. Su hermano, el archirecto, era el caballo, imaginativo y audaz, que le gustaba la anarquía y que por Daniel saltaba todas las barreras. Su madre una torre, siempre disponible para proteger a sus hijos. Su padre era el alfil, a quién recurría cuando necesitaba ayuda. Su hija María era el segundo caballo, pero el rey Daniel no lo dejaba saltar, para protegerlo.
- Papá, ¿estás durmiendo?
Daniel soñaba con su próxima jugada: cambiar de trabajo, salir al extranjero, sacar un master, aprender a montar… María dio un beso a su padre, volvió a su habitación y se acostó soñando que su padre le estaba contando un cuento. Su padre le dice que Rafael encontrará una dama, dejará de jugar obsesivamente al ajedrez y empezará a jugar al euromilliones, para mostrar al mundo que cree en el destino y que un día será feliz.
José Seramargo
Papá, cuéntame un cuento.
- Estoy cansado, María. Duerme.
- Cuéntame un cuento, Papá.
- No tengo ideas…
- Papa…
- Está bien. Voy a contarte la historia de una niña que no quería dormir y de su padre que tenía mucho sueño.
- ¡No, esa no que ya la conozco! Quiero que me cuentes una historia de un hombre como tú.
-¿Cómo yo? ¿Y por qué?
- Porque quiero saber en que piensas cuando estás mucho tiempo callado.
Daniel se quedó mudo un minuto o dos, mirando a su hija que continuaba hablando.
- Sí, Papá, podías contarme la historia del hombre que le gustaba mucho jugar al ajedrez.
- ¿Y que más?
- El hombre podría llamarse Rafael.
- ¿Y como sería él?
- Alto, de pelo rubio, ni corto ni largo, ojos azules.
- ¿Y la ropa?
- Ropa informal. Unos vaqueros de marca y una camiseta negra.
- ¿Por qué una camiseta negra?
- Por muchas razones. Primero por su personalidad sombría. Te doy un ejemplo… Cuando Rafael juega al ajedrez contra el ordenador siempre escoge las negras, porque siente que el color negro transmite la idea de que él no tiene mucha suerte.
- Comprendo, María. Podemos decir que Rafael vive su vida como si fuera un juego de ajedrez, y al jugar con las negras está siempre en desventaja.
- Sí, es eso, Papá. Y Rafael vive pensando que su vida es un juego de ajedrez.
- No sé si te comprendo…
- ¡Es fácil! Te voy a explicar… Cuando Rafael era niño tuvo un amigo que se llamaba David. David era muy divertido y extrovertido. Y con él Rafael aprendió a reír y a jugar al balón. Los años pasaron y los dos siguieron siendo amigos, hasta que Rafael le contó que le gustaba Inés, la chica de falda larga y pelo rizado. David le respondió, riendo, que no, que esa era una dama que pertenecía a otro rey, y además Rafael no sabía el suficiente ajedrez para conquistar aquella dama ni para destruir al rey.
Daniel estaba sorprendido con la historia de su hija. María tenía ocho años, pero parecía mayor.
- ¿En que piensas, Papá?
- Nada. Continúa.
Daniel pensaba en su propia historia. Él se sentía Rafael, el rey, enganchado al trabajo de contabilidad, como si quisiera olvidar que su mujer – su dama – había partido hacía tres años y que a pesar de eso él intentaba ganar el juego con las piezas que le restaban. Su hermano, el archirecto, era el caballo, imaginativo y audaz, que le gustaba la anarquía y que por Daniel saltaba todas las barreras. Su madre una torre, siempre disponible para proteger a sus hijos. Su padre era el alfil, a quién recurría cuando necesitaba ayuda. Su hija María era el segundo caballo, pero el rey Daniel no lo dejaba saltar, para protegerlo.
- Papá, ¿estás durmiendo?
Daniel soñaba con su próxima jugada: cambiar de trabajo, salir al extranjero, sacar un master, aprender a montar… María dio un beso a su padre, volvió a su habitación y se acostó soñando que su padre le estaba contando un cuento. Su padre le dice que Rafael encontrará una dama, dejará de jugar obsesivamente al ajedrez y empezará a jugar al euromilliones, para mostrar al mundo que cree en el destino y que un día será feliz.
José Seramargo
2 Comments:
Ainda não li mas apetece-me dizer que quien cuenta un cuento acriescienta un puento!
Agora já li e me "a gust"ado mucho!
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